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Eros y el sueño alrededor del Siglo de Oro

Für H. und W., die ihre Träume schreiben.

El sueño es un estado que ha dado pie a manifestaciones artísticas muy variadas y ha propiciado reflexiones desde la Antigüedad. Seguramente se deba a esa condición de «vida inconsciente» activa mientras se duerme y que se relaciona de alguna manera con la realidad. Mucho antes del psicoanálisis se encuentra en las páginas de la literatura el artificio del sueño, ya sea en rápidas referencias o como mecanismo central de la obra, baste citar las archiconocidas La vida es sueño de Calderón o A Midsummer Night´s Dream de Shakespeare. La curiosidad que despierta y el abanico de posibilidades que ofrece explican tal abundancia, que presenta aspectos originales en cada  autor, época y/o autor.

En el mundo poético de Quevedo parece haber lugar para toda suerte de temas. Entre ellos no falta el sueño erótico, una modalidad especial presente en un soneto que González de Salas, editor de El Parnaso español, titula «Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño»:

¡Ay, Floralba! Soñé que te… ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba.
¿Y quién, sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?
Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba Amor y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.
Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo, si estoy despierto,
y que si duermo, que jamás despierte.»
Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.

El poeta-amante duda si revelar a su amada el contenido de su sueño, pues no casa bien dentro de las convenciones de la poesía petrarquista, y desarrolla después el contraste entre el sueño y el contacto carnal, que implican ambos una suspensión de tiempo y conducen al cielo o al infierno. El desvelo, no por fingido menos intenso, de este poema, se difumina en otro soneto posterior que Antonio de Solís dedica «A un bien soñado»:

Gozaba yo (harto digo), yo gozaba
(¡oh, sinsabor de mi fortuna injusto!);
gozaba, pues (¡gran novedad!), un gusto;
soy infeliz: ¿quién duda que soñaba?
Fantástica una dicha me alentaba;
mas desperté y la dicha paró en susto,
que sabe ser hipócrita un disgusto;
y el mayor gusto miente si se acaba.
Este rato de muerte fugitivo
viví, y al despertar, muerte enojosa
me fue la vida, ¡oh, riesgo de mi suerte!
¡Que muera yo de enfermedad de vivo!
Que una vez que la muerte me es gustosa,
ha de haber sido temporal la muerte!

Por azar, últimamente ha caído en mis manos una obrita curiosa: El libro de la interpretación de los sueños (Onerocritica) de Artemidoro de Daldís. La interpretación del significado de los sueños ha hecho correr mucha tinta desde Freud (Die Traumdeutung, 1900), pero mucho antes ya se encuentran obras dedicadas a ello, y a veces (¿muchas?) de mayor interés. Así, Artemidoro lleva a cabo un primer intento de clasificación de los tipos de sueños y sus significados. Según explica en el proemio del libro IV, ha recopilado los sueños en el mismo orden que los puede tener el hombre, con los hechos que van de la cuna a la sepultura, y además relaciona cada uno de ellos con la realidad y sus consecuencias, «sin fiarme a la ligera de la conjetura, sino de la experiencia y del cumplimiento de los sueños» (p. 309).

Desde luego, se detiene en el sentido que tiene soñar con relaciones sexuales (libro I, 78), con un detenimiento que hoy puede parecer jocoso: con la esposa es indicio de beneficios, se relaciona con la muerte si es con prostitutas (por el prostíbulo, no por la mujer), cambia si es con esclavos, familiares, esposas de otros, etc. O un sutil matiz sobre acostarse con mujeres desconocidas:

Cuando uno sueña que hace el amor con una mujer que no conoce, si esta es guapa, agradable, lleva vestidos caros y elegantes, collares de oro y se entrega al acto sexual, es una buena señal para el que lo ha soñado y le indica que va a conseguir algo importante. En cambio, si es una mujer vieja, fea, deforme, mal vestida, de aspecto miserable y que no se presta a la relación sexual, significa lo contrario del caso anterior. Es necesario considerar que las mujeres desconocidas son símbolo de los hechos que le van a suceder al que lo ha soñado. Por ello, según sea la mujer y según se encuentre, así serán los asuntos de la persona en cuestión (I, 78, p. 154).

Para muestra, un botón.

Algunas referencias:

  • Alatorre, A., El sueño erótico en la poesía española del Siglo de Oro, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.
  • Carreira, A., «Notas al margen de El sueño erótico en la poesía española del Siglo de Oro», Nueva Revista de Filología Hispánica, 52.2, 2004, pp. 465-488.
  • Daldís, A. de, El libro de la interpretación de los sueños, ed. M. C. Barrigón Fuentes y J. M. Nieto Ibañez, Madrid, Akal, 1999.
  • Gil, L., «Procvl recedant somnia. Los ensueños eróticos en la antigüedad pagana y cristiana», en Symbolae Lvdovico Mitxelena Septuagenario Oblatae, ed. J. L. Melena, Vitoria, Universidad del País Vasco, 1985,  vol. 1, pp. 193-219.
  • Quevedo, F. de, «Un Heráclito cristiano», «Canta sola a Lisi» y otros poemas, ed. L. Schwartz e I. Arellano, Barcelona, Crítica, 1998.

P.D.: Por favor, se ruega no psicoanalizar esta entrada.

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