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Pocos finales de novelas han sido tan poco gratos al público como el final de Don Quijote, con la vuelta a la cordura del protagonista y su muerte. Precisamente este es uno de los episodios que resurgen con más fuerza en las recreaciones cervantinas posteriores, que tienden a resucitar al héroe. Unamuno le dedica diversos comentarios espigados aquí y allá en su extensa producción y, entre otros, se encuentra este curioso pasaje de  La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez (1930), un delicioso relato breve donde uno de los personajes escribe lo que sigue:

Y respecto a don Quijote, he de decirte, para terminar de una vez este desahogo de carta, que yo me figuro que no se murió tan a seguido de retirarse a su hogar después de vencio en Barcelona por Sansón Carrasco, sino que vivió algún tiempo para purgar su generosa, su santa locura, con el tropel de gentes que iban a buscarle en demanda de su ayuda para que les acorriese en sus cuitas y les enderezase sus tuertos, y cuando se les negaba se ponían a increparle y a acusarle de farsante o de traidor. Y al salir de su casa, se decían: «¡Se ha rajado!» Y otro tormento aún mayor que se le cayó encima debió de ser la nube de reporteros que iban a someterle a interrogatorios o, como han dado en decir ahora, encuestas. Y hasta me figuro que alguien le fue con esta pregunta: «¿A qué se debe, caballero, su celebridad?» (ed. D. Ródenas, Barcelona, Crítica, 2006).

Recreando a Cervantes y don Quijote

Con retraso, lo sé, recuerdo ahora un par de jornadas de grata memoria que pasamos en Pamplona con ocasión del Congreso Internacional «Recreaciones Quijotescas y Cervantinas en la narrativa» (13-14 de diciembre de 2012). La demora es, ¡ay!, ciertamente condenable, más teniendo en cuenta que todo encuentro cervantista (como los de la Asociación de Cervantistas) posee la virtud de enlazar perfectamente el negocio con el ocio, esto es, lo mucho que se aprende y discute en las aulas con todo lo que se disfruta fuera de ellas. Pero yo también «tuve otras cosas que hacer»…

Este encuentro es la segunda edición del proyecto RQC –que no, nada tiene que ver con una banda de rock, como me dijeron una vez–, que pretende estudiar y editar las imitaciones, continuaciones y pervivencias varias a las que ha dado lugar la vida y obra de Cervantes. Empresa bien ardua, aunque solo sea por la amplitud del corpus y, dicho sea de paso, porque la calidad literaria de estos textos deja mucho que desear… y hasta, a veces, pocas ganas de repetir. Sí, al menos esta vez simplemente leerlos ya es quizás una muestra de heroísmo filológico, o como quieran llamarlo. Son, desde luego, carne de escrutinio…

G. Doré, "Alegoría del escrutinio de la biblioteca", DQ, Paris, Hachette, 1863.

G. Doré, «Alegoría del escrutinio de la biblioteca», DQ, Paris, Hachette, 1863.

Confesiones aparte, estos días de diciembre llegaron una cuarentena de cervantistas de 14 países para discutir sobre el tema en cuestión. Pues bien, bajo este paraguas general se abordaron cuestiones como la cultura emblemática y visual que adorna la obra de Cervantes (I. Arellano), recreaciones españolas (M.ª L. Tobar, F. Cuevas Cervera, C. Mata Induráin) e hispanoamericanas (J. Castro, Á. Pérez Martínez, A. Loeza), versiones varias en francés e inglés (J. M. Lucía Megías, E. Marigno, A. Moro, J. Pardo, A. Villar Lecumberri), o la presencia cervantina en Galdós (F. A. de Armas, C. Patiño Eirín, M. Sotelo, A. J. Sáez), entre otros, con un broche de oro a cargo de Santiago López Navia, pionero en estas lides.

Quevedo ante la muerte de don Quijote

En el marco de las incontables pervivencias a las que ha dado lugar el Quijote y la creación cervantina en general, no parece haber género, lengua o autor que evite ofrecer su propia revisión. Por ello, dentro del GRISO de la Universidad de Navarra se ha fundado el grupo «Recreaciones Quijotescas y Cervantinas» (RQC), con el fin de editar y estudiar las obras literarias en que aparezcan nuevas versiones de las aventuras de don Quijote, de personajes y episodios de este y otros textos, Cervantes como personaje de ficción, etc., etc. Se trata de un proyecto ambicioso, para el que se requiere la colaboración de especialistas de distintas ramas, de modo que se pueda atender a las traducciones y las recreaciones en otras lenguas y literaturas.

Imagen de J. W. A. Hilverdink para De wonderbare avonturen van ridder Don Quichot van Mancha en zijn schldknaap Sancho-Pansa, Ámsterdam, 1867. [Banco de imágenes del Quijote]

Francisco de Quevedo no permaneció al margen de todo esto: a él se debe un romance burlesco titulado «Testamento de don Quijote», donde reescribe los últimos momentos del personaje. Si Cervantes hace que recupere la cordura, Quevedo se rebela y expire fiel a sus ideales caballerescos, sin perder un ápice de su característica locura.

Un comentario del poema se puede ver en:

Sáez, A. J., «De Cervantes a Quevedo: testamento y muerte de don Quijote», La Perinola, 16, 2012, pp. 239-258.

El texto, hermanado con otro sobre el final del Quijote, se encuentra accesible aquí.

Cervanteando por Oviedo

Ya tocaba que los cervantistas se reunieran de nuevo, transcurridos tres años desde el anterior encuentro en Münster. Así, el VIII CINDAC tuvo lugar esta vez en Oviedo, espejo de la Vetusta clariniana. Junto a la belleza natural de la ciudad, la simpatía de sus gentes y su excelente gastronomía, este congreso supuso todo un éxito de organización, de la eficiente mano de Emilio Martínez Mata y mi amiga María Fernández Ferreiro, que siempre estuvo presente para un roto, un descosido… o montar una espicha apoteósica para las juventudes cervantistas.

Los encuentros de la Asociación de Cervantistas (AC) son siempre un buen escenario para el diálogo académico y las amistades, que nacen o se consolidan bajo la protección del autor del Quijote. Allí estaban mis colegas de Münster (Carmen Rivero, Christoph Strosetzki y Anne Schömann-Finck), otros de la Universidad de Navarra con Carlos Mata a la cabeza, y viejos conocidos de aquí y allá, a quienes se sumaron un puñado de interesantes fichajes: Miriam Borham, Marian Chaparro, Eli Cohen, Cristina Collazo, Paco Cuevas, Clea Gerber, Gastón Gilabert, Michael Gordon, Chris Hanna, José Enrique López Martínez, Lucía López Rubio, Patricia Lucas Alonso, Sarah Malfatti, Alfredo Moro y Artem Serebrennikov (casi todos en la imagen superior), por citar sólo quienes más momentos inolvidables pasamos juntos. Todos ellos, más un servidor, pudimos interactuar con la mayor naturalidad con cervantistas asentados, que nos acogieron con los brazos abiertos.

Por supuesto, no todo fue ocio, ya que nos juntaba el negocio en torno a Cervantes. El catálogo de enfoques y temas fue muy variado: nuevas interpretaciones de personajes y episodios, cuestiones retóricas de la novela, estudios materiales, variaciones sobre el martirio, y un sinfín de recepciones en forma de traducciones, ensayos, novelas y teatro.

En esta ocasión y dentro del proyecto de Recreaciones Quijotescas y Cervantinas (RQC) del GRISO de la Universidad de Navarra, expuse («Cervantes en escena: hacia una tipología del personaje en el teatro») una cartografía de trabajo sobre aquellas obras de teatro desde el siglo XVII hasta el presente en que Cervantes sube a las tablas como personaje de ficción. Así, se retrata al escritor cual héroe intrépido y portaestandarte de la religión cristiana durante el siglo XIX, a tenor de su experiencia en Argel; se atiende a su vida familiar, al proceso de creación del Quijote, convive con sus personajes, etc.

Francisco Cuevas y un servidor, en animado diálogo durante el simposio.

Junto a todo ello, destacaron las conferencias plenarias a cargo de Francisco Rico, José Manuel Martín Morán (recuerden los timbres: «bergantín», «capitis deminutio», «colonización»), Isabel Lozano Renieblas y Edwin Williamson, más el emotivo homenaje en forma de diálogo con Alberto Blecua. Cabe destacar, asimismo, los paneles organizados para presentar algunos proyectos de investigación: la recepción e interpretación del Quijote, la edición de la lírica cervantina, la presencia de Cervantes y el Quijote en la música, más un panorama del cervantismo en EE.UU. que puede servir para tender puentes entre dos mundos de trabajo en ocasiones excesivamente desligados.

Al final, cuando se aleja aquel «Asturias, patria querida…» y se dan los últimos abrazos, todos nos vamos más sabios y, tal vez, un poco más felices.

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