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La no tan misteriosa refundición calderoniana de M. Z.

Hace un par de años, para el congreso de la AITENSO, andaba a vueltas con una refundición del siglo XIX que, misteriosamente, se atribuía a un tal M. Z. Mi espíritu detectivesco se despertó ante lo que parecía todo un reto digno de algún curioso sabueso, pero la incógnita se desveló pronto: el responsable era Marcos Zapata (1845-1913), un desconocido dramaturgo de la escuela realista que le dio una vuelta de tuerca a La devoción de la cruz para adaptarlo a los gustos del momento, tratando de satisfacer los dictados de la preceptiva. Así que, pese a caerse el manto de misterio, resulta de interés analizar los cambios a los que somete a esta comedia calderoniana.

1Referencia completa:

Sáez, A. J., «Una refundición calderoniana del siglo XIX: La devoción de la cruz, por M. Z.», en El teatro barroco revisitado: textos, lecturas y otras mutaciones. Actas del XV Congreso de la AITENSO (Québec, 5-8 de octubre de 2011), ed. E. I. Deffis, J. Pérez Magallón y J. Vargas Luna, México / Montreal / Québec, El Colegio de Puebla / McGill University / Université Laval, 2013, pp. 395-408.

Nota bene: tampoco tuve suerte esta vez, porque la bibliografía se despidió a la francesa. Véase aquí: Biblio.Refundicion.Devocion

Un tratado milagrero y Calderón

Amplio y compejo es el mosaico de relaciones intertextuales en el Siglo de Oro. En el teatro resulta fundamental el fenómeno de la reescritura, cada vez más estudiado y entendido, pero la constelación de textos que manejaban los dramaturgos todavía presenta muchas incógnitas que merecen ser exploradas. La crítica suele centrarse en la intertextualidad literaria, dejando algo de lado las múltiples obras no ficcionales (filosóficas, históricas, políticas, etc.) que estaban al alcance de los ingenios coetáneos.

Portada del tratado.

Un caso interesante lo constituyen los milagros: por supuesto, como ingrediente esencial del cristianismo no requiere de ninguna acreditación más para campar a sus anchas por el teatro religioso del siglo XVII, pero no resulta baladí explorar alguna posible vía de comunicación. En este sentido, se puede conectar el tratado de fray Jaime Bleda titulado Cuatrocientos milagros de la cruz (Valencia, Felipe Mey, 1600), que puede estar tras la referencia al libro que porta el monje Alberto, Milagros de la cruz (v. 1008) y que, seguramente manuscrito, prepara para la imprenta. La puesta en diálogo no es aleatoria, pues una serie de milagros mantienen similitudes notables. Pero más allá de esto, se defiende la utilidad que este tratado puede tener para otras aproximaciones a textos con referencias sacras y cristológicas, no siendo menor la ayuda que puede prestar para la anotación de pasajes.

Referencia completa:

Sáez, A. J., «Los Cuatrocientos milagros de la cruz de Jaime Bleda: ¿libro de cabecera de Calderón?», Atalanta: Revista de las Letras Barrocas, 1.1, 2013, pp. 103-118.

Nota bene: en la publicación fue cercenado el apéndice por causas ajenas al autor. Puede consultarse aquí: 400.milagros_Apendice

Para editar La devoción de la cruz

La edición de una comedia de Calderón es un trabajo en ocasiones arduo y siempre interesante. En especial, resultan muy atractivas aquellas comedias que cuentan con dos versiones, es decir, textos que fueron reescritos por el propio Calderón tiempo después de su primera redacción de la obra. El caso que me ocupa como tesis doctoral es La devoción de la cruz, auto-reescritura de La cruz en la sepultura.

Un resultado parcial de este trabajo ha visto la luz en las actas del I Congreso Internacional «Jóvenes Investigadores Siglo de Oro», bautizadas como «Scripta manent». Esta es la referencia completa:

Sáez, A. J., «Prolegómenos para una edición crítica de La devoción de la cruz, de Calderón», en «Scripta manent». Actas del I Congreso Internacional de Jóvenes Investigadores Siglo de Oro (JISO 2011, Pamplona, 3 de agosto de 2011), ed. C. Mata Induráin y A. J. Sáez, Pamplona, Universidad de Navarra, 2012, pp. 365-379. [Publicaciones digitales el GRISO.]

Se ofrece primero un acercamiento al fenómeno de la reescritura en este dueto de comedias, se presenta brevemente sutransmisión textual y se ofrecen algunos ejemplos de los cambios ocurridos en el proceso (supresión de versos, adición, personajes, didascalias…). En una segunda etapa se propone una enmienda desconocida para el v. 1410 a partir de la lectura de la primera versión que corrige el texto de la segunda, da cabal sentido al pasaje y se justifica en la tradición literaria anterior y en numerosos textos de la época.

Pierre Mignard, «El Tiempo cortándole las alas a Cupido», 1694.

El pasaje en cuestión había pasado desatendido en la tradición crítica. En La devoción de la cruz dice así:

Ícaro seré sin alas,
sin fuego seré Faetón.
Escalar al sol intento
y si me quiere ayudar
la luz, tengo de pasar
más allá del firmamento.
(vv. 1406-1411)

Sin embargo, la lectura «la luz» no se entiende y debe enmendarse con la propuesta de la primera versión, donde consta «amor». Es decir: se entiende como una referencia de Eusebio a la velocidad que posee Cupido gracias a sus alas, que le podrían ayudar en su intento de escalar las paredes del convento donde se encuentra su amada Julia. Esta opción, como digo, se justifica por el contexto, explicaciones de Ovidio y mitógrafos como Pérez de Moya y Baltasar de Vitoria, y una amplia reiteración de referencias similares en el teatro de Calderón y otros dramaturgos.

Calderón con comento

Los más grandes autores y obras se acompañaban de un comentario que favoreciese su comprensión, explicase las referencias y las fuentes, etc., etc. Como sabe todo amigo de la literatura áurea, los textos del Siglo de Oro precisan de una buena labor de edición e interpretación, edición. Y Calderón no es menos, ni tampoco el caudal de estudios que genera. Para facilitar su consulta acaba de publicarse la bibliografía calderoniana correspondiente al año 2011. Como novedad respecto a la entrega anterior (2008-2010), todas las entradas presentan un breve comentario de su contenido, que tal vez pueda ser de alguna utilidad. Ojalá así sea, pues no han sido pocas las horas que el  responsable se ha quemado las pestañas leyendo trabajos sobre la vida y obra de Pedro Calderón de la Barca… Tiempo bien invertido, eso sí.

Ficha completa:

Sáez, A. J., «Bibliografía calderoniana 2011», en Calderón virtual, coord. J. L. Suárez, Anuario Calderoniano, 5, 2012, pp. 359-407.

Y a ti te digo, discreto lector, que si no te ves citado, no pienses mal ni te enojes. Perdona mis faltas, que son muchas aunque espero que no graves. Y hazme un favor a mí, a ti y a todos: haz llegar tus trabajos a los editores del Anuario Calderoniano, que lo recibirán de mil amores.

La comedia religiosa de Calderón y el poder

La taxonomía genérica del teatro del Siglo de Oro sigue siendo una cuestión espinosa dentro de la crítica, pese a los avances llevados a cabo por Arellano y Vitse, entre otros. No permanece ajena a esta situación la comedia religiosa (entendido en sentido general), marbete que pretende englobar otros coetáneos o posteriormente empleados por los estudiosos (comedia de santos, divina, de divinas apariencias… bíblica, hagiográfica, mariana…).

Como una cala más dentro de esta especie dramática y dentro de los frutos del Congreso Internacional «Imagen y realidad: el universo simbólico del poder en el Siglo de Oro» (Pamplona, 12-14 de diciembre de 2011), se ha publicado un trabajo que ofrece una clasificación provisional de la comedia religiosa de Calderón a partir de los acercamientos de Wardropper y Parker.

Tiziano, «Alegoría de la batalla de Lepanto», 1573-1575. Madrid, Museo del Prado.

A partir de aquí, se abordan diversas facetas del poder que aparecen en la comedia religiosa calderoniana, a modo de incursión inicial en el complejo universo de la autoridad y el poder en Calderón: los conflictos familiares, los conflictos de religión y el debate sobre la guerra justa (Los cabellos de Absalón, Judas Macabeo, El príncipe constante), una suerte de evangelización (La aurora en Copacabana, Las cadenas del demonio, El purgatorio de san Patricio), la importancia del milagro como señal de fuerza y sus nexos con la devoción a la cruz o a la virgen, las relaciones entre el martirio y el saber (en la trilogía del martirio: El mágico prodigioso, Los dos amantes del cielo y El José de las mujeres, más La sibila del Oriente), la función de la religión en los monarcas (valga citar La cisma de Ingalaterra), una discusión sobre «la crítica cuestión de la crítica», es decir, sobre los dardos a la realidad coetánea que desde hoy se aprecian en la comedia áurea, y un par de apuntes sobre la representación del poder (el ceremonial diplomático y la embajada) en el teatro.

Referencia completa:

Sáez, A. J., «Las caras del poder en la comedia religiosa de Calderón», en El universo simbólico del poder en el Siglo de Oro, ed. Á. Baraibar y M. Insúa, Nueva York / Pamplona, Instituto de Estudios Auriseculares / Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra / Publicaciones digitales del GRISO, 2012, pp. 267-282.
[http://dspace.unav.es/dspace/handle/10171/23093] Enlace.

El misterio de un manuscrito de Calderón

Dedicado a Fernando Rodríguez-Gallego,
como no podía ser de otra forma,
por la valiosa amistad y
las siempre interesantes discusiones.

No hace mucho se ha publicado la edición de las dos versiones de la comedia de Calderón El astrólogo fingido (Madrid / Frankfurt, Iberoamericana / Vervuert, 2011), a cargo de F. Rodríguez-Gallego. Es una excelente noticia en todos los sentidos, porque es un trabajo muy solvente y digno de toda la atención. En el completo estudio textual, sin embargo, se ha olvidado de un manuscrito que quizás hubiese cambiado el rumbo de sus investigaciones. En concreto, se trata del original del autor y de las copias sacadas para el trabajo de la compañía de cómicos. Claro que estos curiosos textos han vivido un sinfín de peripecias y han sido protagonista de una trama un tanto detectivesca, lo cual puede explicar que mi querido colega no los tenga en cuenta.

Bromas aparte -pues nada hay que pueda criticarse en el excelente estudio ecdótico de Rodríguez-Gallego-, me refiero a la novela El manuscrito de Calderón (Barcelona, Grijalbo, 2005), obra del escritor e historiador José Calvo Poyato. Se trata de la primera entrega de la trilogía de Pedro Capablanca (la segunda es El ritual de las doncellas, 2006 y todavía se espera la tercera), el pesquisidor que se dedica a solventar misterios en la España áurea.

Un par de años tras la muerte de Felipe IV, los corrales de comedias permanecen cerrados. Pero la crítica situación política y económica, con el hambre a las puertas de Madrid y la llama de la rebelión a punto de prenderse, el gobierno de Nithard decreta la reapertura de los corrales con un sonado estreno: El astrólogo fingido de Calderón, escrito para la ocasión. Sin embargo, cuando los preparativos ya están en marcha, desaparecen todos los textos de la comedia. Entonces entra en acción Pedro Capablanca, que con ayuda de sus amigos (fray Hortensio, Inés, Pascualillo y el marqués de las Almadrabas) descubrirá la intriga. Si entre los sospechosos se cuentan al principio don Juan José de Austria (quizás criticado en la acción de la obra) o los religiosos contrarios a las representaciones teatrales, entre otros, al final Capablanca recupera el manuscrito en la embajada de Francia y logra que Berucci, un cómico resentido con Calderón porque este reventó el estreno de El lindo don Diego de Moreto, acabe entre rejas. Acaba con Capablanca y Hortensio saliendo de Madrid para salvar la vida y el triunfo de El astrólogo fingido de Calderón.

Posteriormente, la novela ha gozado de una adaptación dramática firmada por Manuel Canseco en una producción dirigida por Antonio Barrios.

La guerra de Cataluña en algunos autos de Calderón

Si el género sacramental se considera habitualmente sólo en su perspectiva religiosa, hay que tener en cuenta que algunos construyen su argumento sobre hechos contemporáneos. Es el caso de cuatro autos historiales (entiéndase como ‘relativo a la historia’) de Calderón relacionados con la guerra de Cataluña, a saber: Lo que va del hombre a Dios, El divino cazador, El socorro general y El lirio y el azucena. Junto a la lectura sub specie aeternitatis admiten una interpretación complementaria que parte de los sucesos históricos del conflicto iniciado en 1640 (arriba La batalla de Montjuic, de Pandolfo Reschi). Además, vistos en conjunto ofrecen una visión cambiante a tenor de la evolución de los sucesos.

Referencia completa:

Sáez, A. J., «Doctrina, historia y política en cuatro autos de Calderón con la guerra de Cataluña al fondo», en Teatro y religión, ed. J. G. Maestro, Theatralia, 14, 2012, pp. 119-145. Texto completo.

Se complementa con otro trabajo de próxima aparición titulado «Embajadas y guerras: algunos paradigmas compositivos en el auto sacramental de Calderón», Anuario Calderoniano, 5, 2012, pp. 215-231.

Azúcar para los jesuitas en la República Checa

De Viena y previo paso fugaz por Praga, toca hacer parada y fonda en Olomouc, en la región de Moravia, este de la República Checa. Otro congresito para cerrar una intensa semana en el corazón de Europa. Esta vez parecía como si hubiese vuelto al pasado: empezaba a acostumbrarme a entender algunas lenguas vecinas, pero ya no recordaba que en algunos países tan cercanos había que gesticular para que te comprendan o cambiar moneda para no saber bien cuánto gastas…

Junto a un grupo de colegas del GRISO, tomamos al asalto Olomouc y el Congreso Internacional «San Francisco Javier y la cultura jesuítica en los países checos. Culto, iconografía, literatura y teatro», coorganizado por la Cátedra de Historia del Arte de la Univerzita Palackého y GRISO-Universidad de Navarra, Olomouc (República Checa), 17-19 de mayo de 2012. En medio de ponencias en checo e inglés, en la primera jornada Torres Olleta estudió la Vida de San Ignacio de Loyola por Valeriano Regnartio, Usunáriz mostró un panorama de la repercusión de la Defenestración de Bohemia y la Guerra de los Treinta Años en la publicística española contemporánea, y Osswald se centró en la cultura jesuita del martirio y en especial en el martirologio de Mathias Tanner. El segundo día, Arellano expuso algunos ejemplos del conceptismo en las referencias animales que domina el poema heroico San Ignacio del colombiano Domínguez Camargo, mientras Mata Induráin comentó el coloquio moral Los agravios satisfechos del Desengaño y la Muerte, representado en ocasión de la canonización de san Francisco de Borja.

Imagen de la expedición del GRISO: Cristina Osswald, Adrián J. Sáez, Carlos Mata Induráin, Gabriela Torres Olleta, Ignacio Arellano y Jesús M. Usunáriz, en las calles de Praga.

Por mi parte, presenté primero un repaso de las múltiples relaciones entre Calderón de la Barca y los jesuitas: alumno del Colegio Imperial de Madrid, durante este período pudo asistir a las fiestas de 1622 en honor de varios santos de la Compañía, donde se dieron cita diversos actos teatrales y parateatrales. Así, de ahí puede proceder su interés por el arte dramático, toda vez que dedica algunas piezas a célebres jesuitas (la comedia perdida El gran duque de Gandía, el auto homónimo hoy considerado apócrifo, El príncipe de Fez), entre otras relaciones de diverso calado. A partir de ahí, expuse algunas relaciones entre los entremeses jesuíticos (un género repetidamente bautizado como «azúcar para la representación») y la producción entremesil de Calderón, presentando tanto las diferencias (distinto uso del latín como mecanismo cómico, primacía de la comicidad pasiva en las piezas jesuitas frente a su combinación con la risa activa en Calderón…) como las similitudes (en la galería de personajes, el empleo de disparates, etc.) que se pueden rastrear.

Cuando se acaban las charlas y se apagan las luces, toca despedirse de los amigos (antiguos y modernos) hasta la próxima vez. Es hora de volver a mi Heimat.

Comparaciones odiosas

Un punto relativamente habitual en algunos trabajos sobre teatro áureo son las comparaciones entre los ingenios españoles y Shakespeare. Comparaciones que muchas veces se reducen a comentarios al paso o al trote, y no a reflexiones sólidas que verdaderamente contribuyan al estudio de ambas dramaturgias. No es cuestión de repasar a vista de pájaro este asunto, que constituye un reto todavía vigente.

Ciertamente, del vecino se puede aprender y mucho bueno hay que se puede tomar de los estudios shakesperianos, sin olvidar la necesidad de estudios comparativos. Pero la tarea posee unos parámetros muy distintos. Empezando por el volumen de autores y textos, y eso sin contar con las innumerables piezas hoy perdidas. Por eso, hay que ser muy cauto al pregonar que -y no son palabras mías- «la edición de obras de teatro en España se encuentra en una situación mucho peor que los dramas de Shakespeare», que cuenta con ediciones de toda índole, con estudios del papel, la tinta, los aspectos musicales, etc., etc., y problemas textuales muy distintos. Y es algo que se sigue diciendo.

Algo tendrá que ver, igualmente, el aprecio y la recepción del teatro áureo dentro y fuera de las fronteras peninsulares. El canon trazado por H. Bloom, por recordar sólo un ejemplo célebre, ofrecía un Parnaso literario cuajado de autores de habla inglesa y dejaba a la literatura hispánica casi en mantillas. Pero fuera de ello, alguien tan importante para la historia de la literatura universal como Petrarca ni era mencionado, más la notable ausencia de los clásicos grecolatinos

 Tiempo ha, decía Juan Valera:

¿Cómo, por ejemplo, llamaría nadie gloriosa a la triste revolución inglesa de 1688 si el Imperio británico no hubiera llegado después a tanto auge? Shakespeare, cuyo extraordinario mérito no niego, a pesar de sus extravagancias y monstruosidades, ¿sería tan famoso, se pondría casi al lado de Homero o de Dante, si en vez de ser inglés fuese polaco, o rumano, o sueco? Por el contrario, cuando un pueblo está decaído y abatido, sus artes, su literatura, sus trabajos científicos, su filosofía, todo se estima en muchísimo menos de su valor real («Sobre el concepto que hoy se forma de España», Revista de España, 1, 1868).

Por eso, va siendo hora de valorar en su justa medida las comparaciones entre los dramaturgos áureos y Shakespeare. Pasiones aparte. Únicamente en el caso de Calderón han aparecido en fechas no muy lejanas algunos textos de interés:

  • Fischer, S. L., Reading Performance: Spanish Golden-Age Theatre and Shakespeare on the Modern Stage, prólogo de Jonathan W. Thacker, London, Tamesis, 2009.
  • Howard, A., The King Within. Reformations of Power in Shakespeare and Calderón, Berlin / New York, Peter Lang, 2010.
  • López-Peláez Casellas, J., «Honourable Muderers». El concepto del honor en «Othello» de Shakespeare y en los «dramas de honor de Calderón, New York, Peter Lang, 2009.

También D. W. Cruickshank siembra sugerentes comentarios aquí y allá sobre Calderón y Shakespeare en Calderón de la Barca. Su carrera secular, trad. J. L. Gil Aristu, Madrid, Gredos, 2011. [Original inglés de 2009.]

Pero ya es hora de no alargar más esto. Téngase en mente que las comparaciones son odiosas, sí, pero pueden no serlo.

Las extrañezas de Calderón

La recuperación del teatro clásico español debe mucho al Romanticismo alemán, como es sabido. Figuras tan notables como Goethe, Hegel, Lessing, Schelling, Schiller o Schlegel se acercaron a los dramaturgos áureos y en especial a Calderón de la Barca. La impronta de don Pedro en aquellas tierras es amplia, y los estudios sobre su vida y obra gozaron (y gozan) de buena salud en Alemania. Basten recordar los 16 encuentros que ya se han celebrado del Coloquio Anglogermano sobre Calderón.

En la primera mitad del siglo XX destaca Hugo Friedrich (1904-1978), un romanista alemán ahora menos conocido que firmó Der fremde Calderón (Friburgo de B., Hans F. Schulz, 1955), es decir: Calderón, ese extraño. En esta lección aborda la obra de Calderón desde los parámetros de una cultura distinta e insiste en la alteridad de su creación:

En Alemania, como en los demás países no hispánicos, Calderón ha sido y sigue siendo un desconocido, aunque entre nosotros se ha hecho no poco en su favor. […] a pesar de los románticos y de Goethe, y a pesar de los esfuerzos de quienes los siguieron, […] Calderón no se popularizó entre nosotros. No se podría citar ninguna obra completa de un autor alemán que haya sido suscitada y acuñada por él, contrariamente a la influencia que ejercieron sobre autores alemanes Homero, Shakespeare o Cervantes. Es más, Calderón se ha propagado en el ámbito que le es propio: en el teatro. Y esto con ser un autor dramático por excelencia, un maestro de los acentos escénicos y, aún más, un maestro de lo dramático en el pleno sentido de la palabra (pp. 43-45).

Esta distancia se explica en buena medida, según Friedrich, por el carácter simbólico del teatro de Calderón, tan alejado del realismo al que está acostumbrado el auditorio alemán. La falta de caracterización de los personajes (es un teatro de acción y no de personajes, decía A. A. Parker) se aleja del «teatro psicológicamente interiorizado» (p. 50) porque sus figuras son «objetos de órdenes suprapersonales, envueltos en la lucha imperecedera entre poderes divinos y diabólicos por el alma» (p. 51).

Luego de explicar y acercar a su público otros rasgos del teatro calderoniano (su experiencia biográfica, estilo, orientalismo, etc.), afirma Friedrich que salvo unas pocas comedias su obra «ya no es adecuada para ser representada sin modificación alguna en nuestros días» (p. 56). Un ejemplo significativo que no comenta es la admiración que Goethe sentía por La devoción de la cruz: leyó la obra en un manuscrito remitido por Schlegel en 1802 y volvió sobre ella en la posterior versión impresa, pero no llevó a escena la comedia porque entendía que se encontraba muy alejada de la comprensión del público alemán. Pero es cantar para otra entrada.

En fin, el texto de Friedrich no es únicamente una interesante cala de la recepción de Calderón en Alemania, o un estudio con bastantes elementos que hoy habrían de revisarse o matizarse, sino un ensayo que todavía puede aportar elementos valiosos para acercarse a la vida y obra de Calderón de la Barca.

Puede consultarse una traducción reciente:

  • Friedrich, H., Calderón, ese extraño, trad. R. C. Imboden y prólogo G. Güntert, Vilagarcía de Arousa, Mirabel, 2006.
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